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El tirón se siente en la cintura, la cuerda se tensa mientras resbala, prieta, a través del descensor, se siente la tensión del paso, extraplomado pero con pequeños agarres confiables. Se eleva lento sobre la punta de sus pies, el vientre pegado a la roca y la espalda estirada hacia arriba y a la derecha en un arco que se percibe desde abajo, desde la posición del asegurador, el movimiento es suave y vigoroso, lleno de belleza y fuerza, hace equilibrio sobre un pie, y encadena el mosquetón a la placa metálica empotrada a la pared de roca mediante un bolt expansivo... entonces grita ¡asegura! tiene la última anilla de quickdraws en  la mano izquierda, que se lleva con presteza a la boca, muerde la cinta y se prepara para un salto hacia arriba, un movimiento"dinámico", atrevido... el salto es breve y el asegurador le da cuerda suficiente para que "vuele", ya no lo ve desde la base de la ruta, un largo de cuerda, cincuenta metros, ocultan al escalador que va en punta; ahora sólo el pulso lento de la cuerda le indica que el paso ha sido superado y se prepara para ascender, quita el grigri de su arnés, revisa el nudo de encordamiento y se pone un poco de magnesia en las manos y trepa retirando las anillas en cada plaqueta hasta llegar al extraplomo, mira hacia arriba con cautela y observa con cuidado los agarres marcados con magnesia por su compañero, con decisión toma impulso y se agarra de una fisura grande, mientras siente el vértigo que nunca acaba y que le jalonea hacia arriba, ya no siente tensión, ni el ácido láctico acumulado en sus músculos sólo esa somnolencia pesada de media tarde de verano y el sol que ilumina su rostro, petrificado, que mira al infinito sin remedio.

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