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Se fue por la mañana, al medio día, su corazón dejó de trotar como él mismo lo hacía cada mañana tras la combi que lo llevaba al centro de Cholula, para llegar al local en el que sus pinceles no se cansaban de pintar “cerritos” sobre lienzos de tela, platos, cartones, tapas… sobre lo que encontrara a mano, para después venderlos o regalarlos a quien pasara frente a su puerta.
Se fue Cirilo, y no sé cómo hacer homenaje a su memoria, porque no fue un hombre que destacara por sus virtudes, tampoco hizo fortuna, sin embargo era uno de los personajes del pueblo que era la Cholula de la segunda mitad del siglo pasado, educado en la ética pedroinfantesca que hace virtud del alcoholismo embrutecedor; que convierte en gracia la deshonestidad y la misoginia; la irresponsabilidad como muestra cabal de astucia y la violencia como único e irrebatible argumento que soluciona cualquier dilema…
Se fue Cirilo, en silencio, sorprendido por la fatalidad que no le dio tiempo a nada… sus ojos se velaron con esa angustia senil que deja una estela de ochenta y cinco años vividos a su aire, con ese egoísmo tan humano, con ese desenfado que duele, porque es ausencia y es recuerdo vivo.
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