10


Solo nos vimos de reojo y supimos de qué están hechas las tardes grises sin fin de octubre, de una eternidad con hora de caducidad, porque no soportábamos, sin cerrar los ojos, imaginar qué pudo haber sido, en otro tiempo, en otra época, en otra vida, cuando en realidad no teníamos conciencia ni humor para la revelación, para el vértigo sin fin de las madrugadas en Nicoya: los pescadores a primera hora de la mañana con su carga de aletas y escamas en cestas alineadas en el muelle, tu regateo por dos pargos y tu desvelo encubierto por el rebozo que te compré en San Pedro Sula... Comida de arroz con yuca, brindis con cerveza caliente... te miré otra vez de reojo como no queriendo... trepé por la barandilla y abordé un chalán que me llevaría al gran canal, para atravesar el continente, de océano a océano, sólo para apartar tus ojos de mis manos, sólo para recordar que nunca te fuiste.

Comentarios

Entradas populares