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A través de la ventanilla del autobús los edificios se alinean, torpemente, en una larga y tediosa hilera que espera que se recueste la tarde, para contar historias...

No, no soy el narrador de esas historias recargadas contra la pared grafiteada, tampoco soy el lector de sus ventanas abiertas al mediodía... 

Simplemente soy uno más de los que pasan, con descuido, por ahí, pleno de ignorancia, lleno de imaginación.

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