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Amaneció con niebla, con esa humedad que se convierte en segunda piel y te hace desear el calor de las sábanas. Desde algún rincón, ella se asomaba con su mirada amarillo-verdosa mientras mis cuatro guardianes negros descansan echados en el pasillo ajenos a los pasos sigilosos de los Piripitiches que se escurren entre las sombras, como cuijas, pegaditos a la pared…
Ella extiende su mirada burlona, de reina, se admira al espejo, con dejo displicente se peina, revisa cada uno de sus cuatro ojos y sonríe cuando comprueba el color índigo perfecto de su piel. Ayer se acercó hasta permitir que la viera. Como una visión, como un recuerdo lejano y agradable, no supe que pensar solo me dejé ir tras su sombra por la noche, la seguí por las calles empinadas de Xalapa, corrí para alcanzar a ver su rastro en la esquina del callejón del campanero en Guanajuato, la oí reírse, plena de contento, cerca del baluarte Santiago, en Veracruz, después creí verla bailar bajo la primera lluvia que caía en Chihuahua luego de tres años de sequía; la sorprendí tomando el sol confundida entre los danzantes del carnaval de Huejotzingo, la vi irse bailando con una comparsa de Licurdillos para el Huey Atlixcáyotl, iba riéndose como una loca, con su andar de selva y de lluvia, la seguí hasta la Huasteca, por Huehuetla, Tamazunchale y Xilitla hasta San Pablito Pahuatlán, en medio de sones, perfumada de mezcal y caña de azúcar, con su séquito de Tacuazines cabezones, con esa su temeridad que siempre me asustó, tomando y dejando a su paso lo que le apetece, revolviéndolo todo pero como si nunca hubiera pasado nada, como un mal sueño que medio se recuerda, como la cruda moral, vergonzosa, de saberse culpable en conciencia. Ella me miraba desde las lágrimas resecas mientras se vestía lentamente, casi con rencor, se llevaba mi último poema para romperlo en una borrachera… así es la nostalgia como el café de doña Elvira en Cuetzalan, como la selva de Naolinco, que transpira y se queda entre la ropa… Ella sonrió desde lejos y no puedo evitar recordarla con afecto cansado mientras cierro los ojos.
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