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Creí que me había hecho un hueco entre tus muy particulares preferencias, imaginé que te gustaría leer tres líneas de frases con cierto sentido y humor, como para no disparar el índice sobre la tecla “delete” y dejar este mensaje al fondo de la carpeta de “spam” o, peor aún, enviarlo al holocausto del “trash”. Ahora confío en que algún licurdillo travieso amarre unos cuantos bytes como para dejar estas líneas clavadas en tu disco duro, como un caballo de troya, como un recuerdo impertinente que te haga odiarme y, para tu desconsuelo, extrañarme más.

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